No es que me guste mucho la música electrónica minimal, esa de la eterna repetición del "punchis punchis…" sin embargo debo decir que su estética me produce una sonrisa agudez y de malestar, justo como ese acorde del tritono que en la edad media fue llamado "El acorde del diablo". Mí condescendiente molestia es por esa obligación a integrar el latido del corazón a la pulsión de la máquina, a la esclavitud del ritmo, al pulso perfecto. Una amiga me decía algo así como que esa música la conectaba al "ser" y honestamente a mí no me parece que el "ser" sea la máquina, sino la manifestación del pulso perfecto, de la simetría, de Diós ( esfera o triángulo), de la medida exacta, de la geometría euclidiana, de lo alienígena, de lo que no es de éste mundo, porque para qué negarlo, aunque existe la idea de la perfección y la simetría, en la realidad en el mundo no hay nada simétrico. Total que ahí les va este videito alienigena, simétrico y maquinal de Reinhard Voigt.
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22.11.10
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